¿Porqué Lousteau anunció un aumento tan importante de las retenciones el 11/3?
¿Respondió a una urgencia puramente fiscal?
¿Cómo impactan las retenciones en el la macroeconomía?
¿Por qué el carácter confiscatorio de las alícuotas?
¿Qué otras alternativas tendría el gobierno?
¿Qué escenario se plantea de cara a la negociación con el campo?
¿Deberían ser coparticipables estos fondos?
¿Deberían pasar este tipo de medidas exclusivamente por el Congreso?
Por Néstor Sargiotto
Más que una urgencia fiscal
Si bien los anuncios de Martín Lousteau constituyeron un impuestazo, las medidas del 11/3 no necesariamente respondieron a una necesidad de estricto orden fiscal. Cuando se anunciaron, la soja había tocado US$ 575 por tonelada (el doble que la media de 2007) y eso suponía ingresos muy superiores por retenciones, además de mayor recaudación de IVA y Ganancias por la mayor actividad interna que derivaría del ingreso extraordinario de exportaciones.
Desborde exportador
Lo que encendió luces de alarma en Economía fue el último dato consignado, es decir, el ingreso extraordinario por exportaciones. Con la soja a US$ 600 (y el resto de las commodities avanzando en paralelo), el superávit de la balanza comercial podría saltar de los US$ 11.150M registrados en 2007 a más de US$ 35.000/40.000M en 2008 (sólo el complejo sojero aportaría US$ 15.000M extras). Y si la soja trepara a US$ 800 (algo bastante improbable, pero posible en el escenario de comienzos de marzo, y aún en el actual), el superávit saltaría a unos US$ 60.000/70.000M, sumando al complejo sojero el crecimiento en paralelo del resto de las commodities.
El superávit va a la expansión monetaria
El crecimiento de las exportaciones es un dato muy bueno para un país agroexportador, pero implica un desafío macroeconómico muy complicado para mantener el actual modelo de tipo de cambio sostenido, ya que la única forma de “digerir” los excedentes de la balanza de pagos (muy determinada por la balanza comercial) sin alterar la paridad cambiaria es expandir la base monetaria (se emite moneda porque si cada vez que un exportador liquida exportaciones sale a comprar pesos en la plaza, se revaluaría la moneda y, por ende, caería el dólar). Si bien buena parte del superávit comercial se neutraliza con las retenciones, emisiones de letras y ahorro fiscal, por cada US$ 100 que ingresan como saldo comercial, alrededor de la mitad termina en la expansión monetaria. En 2007, el superávit fue de US$ 11.150M ($ 35.000M) y la M2 creció $18.900M.
Más moneda, más inflación
Qué pasaría si en vez de US$ 11.150M de superávit saltamos a US$ 40.000M (escenario de soja a US$ 600 y resto de las commodities avanzando en paralelo). Con retenciones al 35% y colocaciones de letras que difícilmente crecerían en forma proporcional, la expansión monetaria sería de al menos $ 60.000M. Es decir, en menos de un año tendríamos una expansión monetaria del 50/60%. Y si la soja saltara a US$ 800, para mantener el 3 a 1 directamente habría que imprimir un billete nuevo por cada peso en circulación.
Obviamente, la economía real no podría seguir el ritmo de expansión del circulante, por lo que el exceso de dinero inexorablemente derivaría en mayor inflación
¿Si el dólar flota, se desploma?
Si bien en la coyuntura de las últimas semanas prevaleció una intervención vendedora de divisas por parte del BCRA (para compensar la corriente compradora generada por miles de argentinos que prefirieron refugiarse en moneda extranjera ante la incertidumbre general, al tiempo que el paro agrario frenaba los ingresos naturales de divisas por agroexportaciones), de retrotraerse la situación a un escenario de normalidad, volveríamos a un contexto dominado por un fuerte excedente de divisas, al menos mientras el precio internacional de las commodities se mantenga en los niveles actuales.
Más aún, en un plano coyuntural cabría esperar que en el segundo semestre de 2008 se conjuguen el excedente natural de divisas previsto para 2008, con una acumulación de granos por liquidar (los que no se vendieron en el primer semestre debido al conflicto) y el natural regreso de los particulares que, de superarse la escalada de incertidumbre, deberán volver de sus compras de dólares/euros para reconstituir el circulante necesario para realizar sus actividades.
En otras palabras, si se normaliza la situación, el mercado de divisas va a estar mucho más excedido de lo que se preveía inicialmente, por lo que las intervenciones del BCRA absorbiendo moneda extranjera (y emitiendo papeles de deuda y moneda local) podría ser más pronunciada aún, al menos en un corto plazo.
De darse esta situación, un detalle no menor es que en tal escenario también es muy complicado en un modelo de flotación cambiaria. En un contexto de precios de las commodities más razonables (o en un país no tan agrícola), el desborde del superávit comercial se corrige rápidamente con una leve apreciación de la moneda local (En 2007, China revaluó 11% el yuan y el ritmo de crecimiento de las exportaciones bajó en un año a la mitad, al tiempo que se aceleraron las importaciones).
Pero en un país como la Argentina, como el flujo de exportaciones agroalimentarias se mantendría inalterable (la cosecha ya está, es ocho veces más de lo que podemos comer y los precios se fijan en Chicago), el dólar flotante bajaría a precios irrisorios antes de encontrar un punto de equilibrio (pulverizando en ese camino descendente a buena parte del aparato productivo no agroexportador).
El conflicto no para la lluvia
En el contexto coyuntural, el campo se ha "sentado" sobre los granos y ello ha morigerado la lluvia de divisas previstas exportaciones. Aún así, entre enero y marzo las exportaciones crecieron 42% respecto a igual período de 2007, en tanto que el superávit comercial se expandió 49% entre similares períodos. Incluso en marzo ambos indicadores mostraron alzas interanuales, pese a que durante buena parte del mes se registró el paro total de actividades rurales (y la nueva soja todavía no había sido cosechada).
Actualmente, la mayor parte de la cosecha 2007/08 permanece en los silo-bolsa. Más allá del impacto coyuntural de esa decisión de los productores, lo concreto es que esa forma de almacenaje obligará al campo a desprenderse de los granos en los próximos 6/8 meses. Es decir, visto a mediano plazo, las divisas extraordinarias por agroexportaciones ingresarán a la economía durante este año calendario, aún cuando el conflicto perdure. En todo caso, lo que podría variar es cuánto queda en el Fisco y cuánto se vuelca a la plaza.
Más aún, si la economía se frenara por la incertidumbre (o el dólar se escapara por especulación), eso impactaría más en el volumen de las importaciones que en los egresos por agroexportaciones, por lo que el superávit extraordinario no tendería a bajar, sino todo lo contrario.
Controlar los excedentes
Por lo dicho anteriormente, si no se tomaran medidas de restricción a esa eventual lluvia extraordinaria de divisas, no sólo que el 3 a 1 sería insostenible, sino que el tipo de cambio pasaría de un nivel competitivo a un nivel extremadamente bajo. El agro seguiría exportando (aún a pérdida), mientras que otros sectores atados a precios menos inflados internacionalmente frenarían sus planes exportadores o sufrirían una durísima competencia de las importaciones cada vez más baratas. En fin, nada que no hayamos visto en épocas recientes.
La soja marca la agenda
Aunque no es el único producto de exportación, la soja juega un rol central en cualquier evaluación macroeconómica, tanto en el plano de la recaudación fiscal como en las proyecciones de superávit comercial.
1 Si la soja cayera a los niveles de 2007 (US$ 280), el modelo se enfrentaría a un escenario con características similares al año pasado en el plano interno, pero con una situación financiera internacional muy diferente, que supone dificultades de refinanciación de deuda. Además, varios componentes de la recaudación se retrotraerían a los niveles de 2007 (ej.: las retenciones), por lo que el problema del Lousteau sería que ahora aumentó el gasto público.
2 Si se ubica en torno a US$ 425, la situación podría ser manejable. Incluso el conflicto con el campo se mitigaría, ya que, con la soja a ese nivel, las alícuotas móviles anunciadas por Lousteau representan un sobrecosto de apenas US$ 12,25 por tonelada de soja, por lo que hasta los poco aplicables reintegros a pequeños productores se reducen a valores de escasa significación.
3 Pero si la soja retoma la senda ascendente, ahí nos retrotraemos al escenario de comienzos de marzo que tanto preocupó a Lousteau. Con la soja a más de US$ 500, el desborde del superávit comercial empieza a tornarse insostenible. Y a partir de los US$ 600 se transforma en una cuestión de vida o muerte para el mantenimiento del modelo. De darse ese caso, la clave es que no se vuelquen masivamente al mercado local los excedentes extraordinarios del superávit comercial.
Tres escenarios
Tras los anuncios de Lousteau, la soja cayó a US$ 425, pero actualmente en Chicago ya supera ronda los US$ 500, por lo que cualquiera de los tres escenarios es factible. De allí que el Gobierno deba estar preparado para:
1) ver cómo se le evapora el superávit si los granos se desploman (y con ellos los ingresos por retenciones).
2) Pilotear una situación tensa, pero manejable (si la soja se posiciona en torno a los US$ 425).
3) Ver cómo le pone el pecho a la confiscación o cómo encuentra una salida consensuada (si la soja se ubica en US$ 500/600 por tonelada).
Alternativas para frenar los excedentes
Si el escenario se orienta hacia un desborde del superávit comercial, Economía se verá obligada a neutralizar el ingreso excedente de divisas para contener una explosión inflacionaria. En este caso, las alternativas son, al menos, tres:
Por Néstor Sargiotto
Más que una urgencia fiscal
Si bien los anuncios de Martín Lousteau constituyeron un impuestazo, las medidas del 11/3 no necesariamente respondieron a una necesidad de estricto orden fiscal. Cuando se anunciaron, la soja había tocado US$ 575 por tonelada (el doble que la media de 2007) y eso suponía ingresos muy superiores por retenciones, además de mayor recaudación de IVA y Ganancias por la mayor actividad interna que derivaría del ingreso extraordinario de exportaciones.
Desborde exportador
Lo que encendió luces de alarma en Economía fue el último dato consignado, es decir, el ingreso extraordinario por exportaciones. Con la soja a US$ 600 (y el resto de las commodities avanzando en paralelo), el superávit de la balanza comercial podría saltar de los US$ 11.150M registrados en 2007 a más de US$ 35.000/40.000M en 2008 (sólo el complejo sojero aportaría US$ 15.000M extras). Y si la soja trepara a US$ 800 (algo bastante improbable, pero posible en el escenario de comienzos de marzo, y aún en el actual), el superávit saltaría a unos US$ 60.000/70.000M, sumando al complejo sojero el crecimiento en paralelo del resto de las commodities.
El superávit va a la expansión monetaria
El crecimiento de las exportaciones es un dato muy bueno para un país agroexportador, pero implica un desafío macroeconómico muy complicado para mantener el actual modelo de tipo de cambio sostenido, ya que la única forma de “digerir” los excedentes de la balanza de pagos (muy determinada por la balanza comercial) sin alterar la paridad cambiaria es expandir la base monetaria (se emite moneda porque si cada vez que un exportador liquida exportaciones sale a comprar pesos en la plaza, se revaluaría la moneda y, por ende, caería el dólar). Si bien buena parte del superávit comercial se neutraliza con las retenciones, emisiones de letras y ahorro fiscal, por cada US$ 100 que ingresan como saldo comercial, alrededor de la mitad termina en la expansión monetaria. En 2007, el superávit fue de US$ 11.150M ($ 35.000M) y la M2 creció $18.900M.
Más moneda, más inflación
Qué pasaría si en vez de US$ 11.150M de superávit saltamos a US$ 40.000M (escenario de soja a US$ 600 y resto de las commodities avanzando en paralelo). Con retenciones al 35% y colocaciones de letras que difícilmente crecerían en forma proporcional, la expansión monetaria sería de al menos $ 60.000M. Es decir, en menos de un año tendríamos una expansión monetaria del 50/60%. Y si la soja saltara a US$ 800, para mantener el 3 a 1 directamente habría que imprimir un billete nuevo por cada peso en circulación.
Obviamente, la economía real no podría seguir el ritmo de expansión del circulante, por lo que el exceso de dinero inexorablemente derivaría en mayor inflación
¿Si el dólar flota, se desploma?
Si bien en la coyuntura de las últimas semanas prevaleció una intervención vendedora de divisas por parte del BCRA (para compensar la corriente compradora generada por miles de argentinos que prefirieron refugiarse en moneda extranjera ante la incertidumbre general, al tiempo que el paro agrario frenaba los ingresos naturales de divisas por agroexportaciones), de retrotraerse la situación a un escenario de normalidad, volveríamos a un contexto dominado por un fuerte excedente de divisas, al menos mientras el precio internacional de las commodities se mantenga en los niveles actuales.
Más aún, en un plano coyuntural cabría esperar que en el segundo semestre de 2008 se conjuguen el excedente natural de divisas previsto para 2008, con una acumulación de granos por liquidar (los que no se vendieron en el primer semestre debido al conflicto) y el natural regreso de los particulares que, de superarse la escalada de incertidumbre, deberán volver de sus compras de dólares/euros para reconstituir el circulante necesario para realizar sus actividades.
En otras palabras, si se normaliza la situación, el mercado de divisas va a estar mucho más excedido de lo que se preveía inicialmente, por lo que las intervenciones del BCRA absorbiendo moneda extranjera (y emitiendo papeles de deuda y moneda local) podría ser más pronunciada aún, al menos en un corto plazo.
De darse esta situación, un detalle no menor es que en tal escenario también es muy complicado en un modelo de flotación cambiaria. En un contexto de precios de las commodities más razonables (o en un país no tan agrícola), el desborde del superávit comercial se corrige rápidamente con una leve apreciación de la moneda local (En 2007, China revaluó 11% el yuan y el ritmo de crecimiento de las exportaciones bajó en un año a la mitad, al tiempo que se aceleraron las importaciones).
Pero en un país como la Argentina, como el flujo de exportaciones agroalimentarias se mantendría inalterable (la cosecha ya está, es ocho veces más de lo que podemos comer y los precios se fijan en Chicago), el dólar flotante bajaría a precios irrisorios antes de encontrar un punto de equilibrio (pulverizando en ese camino descendente a buena parte del aparato productivo no agroexportador).
El conflicto no para la lluvia
En el contexto coyuntural, el campo se ha "sentado" sobre los granos y ello ha morigerado la lluvia de divisas previstas exportaciones. Aún así, entre enero y marzo las exportaciones crecieron 42% respecto a igual período de 2007, en tanto que el superávit comercial se expandió 49% entre similares períodos. Incluso en marzo ambos indicadores mostraron alzas interanuales, pese a que durante buena parte del mes se registró el paro total de actividades rurales (y la nueva soja todavía no había sido cosechada).
Actualmente, la mayor parte de la cosecha 2007/08 permanece en los silo-bolsa. Más allá del impacto coyuntural de esa decisión de los productores, lo concreto es que esa forma de almacenaje obligará al campo a desprenderse de los granos en los próximos 6/8 meses. Es decir, visto a mediano plazo, las divisas extraordinarias por agroexportaciones ingresarán a la economía durante este año calendario, aún cuando el conflicto perdure. En todo caso, lo que podría variar es cuánto queda en el Fisco y cuánto se vuelca a la plaza.
Más aún, si la economía se frenara por la incertidumbre (o el dólar se escapara por especulación), eso impactaría más en el volumen de las importaciones que en los egresos por agroexportaciones, por lo que el superávit extraordinario no tendería a bajar, sino todo lo contrario.
Controlar los excedentes
Por lo dicho anteriormente, si no se tomaran medidas de restricción a esa eventual lluvia extraordinaria de divisas, no sólo que el 3 a 1 sería insostenible, sino que el tipo de cambio pasaría de un nivel competitivo a un nivel extremadamente bajo. El agro seguiría exportando (aún a pérdida), mientras que otros sectores atados a precios menos inflados internacionalmente frenarían sus planes exportadores o sufrirían una durísima competencia de las importaciones cada vez más baratas. En fin, nada que no hayamos visto en épocas recientes.
La soja marca la agenda
Aunque no es el único producto de exportación, la soja juega un rol central en cualquier evaluación macroeconómica, tanto en el plano de la recaudación fiscal como en las proyecciones de superávit comercial.
1 Si la soja cayera a los niveles de 2007 (US$ 280), el modelo se enfrentaría a un escenario con características similares al año pasado en el plano interno, pero con una situación financiera internacional muy diferente, que supone dificultades de refinanciación de deuda. Además, varios componentes de la recaudación se retrotraerían a los niveles de 2007 (ej.: las retenciones), por lo que el problema del Lousteau sería que ahora aumentó el gasto público.
2 Si se ubica en torno a US$ 425, la situación podría ser manejable. Incluso el conflicto con el campo se mitigaría, ya que, con la soja a ese nivel, las alícuotas móviles anunciadas por Lousteau representan un sobrecosto de apenas US$ 12,25 por tonelada de soja, por lo que hasta los poco aplicables reintegros a pequeños productores se reducen a valores de escasa significación.
3 Pero si la soja retoma la senda ascendente, ahí nos retrotraemos al escenario de comienzos de marzo que tanto preocupó a Lousteau. Con la soja a más de US$ 500, el desborde del superávit comercial empieza a tornarse insostenible. Y a partir de los US$ 600 se transforma en una cuestión de vida o muerte para el mantenimiento del modelo. De darse ese caso, la clave es que no se vuelquen masivamente al mercado local los excedentes extraordinarios del superávit comercial.
Tres escenarios
Tras los anuncios de Lousteau, la soja cayó a US$ 425, pero actualmente en Chicago ya supera ronda los US$ 500, por lo que cualquiera de los tres escenarios es factible. De allí que el Gobierno deba estar preparado para:
1) ver cómo se le evapora el superávit si los granos se desploman (y con ellos los ingresos por retenciones).
2) Pilotear una situación tensa, pero manejable (si la soja se posiciona en torno a los US$ 425).
3) Ver cómo le pone el pecho a la confiscación o cómo encuentra una salida consensuada (si la soja se ubica en US$ 500/600 por tonelada).
Alternativas para frenar los excedentes
Si el escenario se orienta hacia un desborde del superávit comercial, Economía se verá obligada a neutralizar el ingreso excedente de divisas para contener una explosión inflacionaria. En este caso, las alternativas son, al menos, tres:
Confiscación: A eso apuntan las medidas de Martín Lousteau, con alícuotas móviles que absorben 95% de todo lo que suba la soja por encima de los US$ 600 por tonelada.
Esterilización: Parte de los excedentes monetarios se pueden sacar del mercado mediante la colocación títulos públicos u otros instrumentos que retiren dinero circulante. Claro que el contexto internacional no permite suponer que el mercado pueda absorber demasiados excedentes por esta vía.
Ahorro: En la medida en que las cadenas agroalimentarias adviertan que lo que está en juego es el sostenimiento del modelo de tipo de cambio competitivo, una tercera alternativa podría ser buscar una salida consensuada a través de un sistema de ahorro compulsivo. Si bien por la complejidad del negocio y la cantidad de actores involucrados no parece una tarea simple de lograr, se podrían establecer precios bases para el productor, accionando los mecanismos de ahorro a partir de determinado nivel de la cotización. Por ejemplo, la soja podría cotizar libremente con retenciones del 35% y cuando supera los $ 1.050 (US$ 350 netos para el productor) el excedente podría ir a cuentas inmovilizadas o títulos no transables. De paso, si de acá a unos años los granos se desploman, se podrían liberar esos excedentes, que siempre estarían a nombre de los productores. Una suerte de fondo anticíclico.
Fondos anticíclicos
En países atados al desborde de las commodities se están conformando fondos anticíclicos, hacia donde se destinan las ganancias extraordinarias. En general, se los concibe como una suerte de "colchón" para acumular reservas y estar cubiertos para cuando se revierta la fase de bonanza actual. Pero más allá de esa suerte de seguro anti-crisis, los fondos anticíclicos también actúan positivamente en la coyuntura neutralizando los desbordes actuales, especialmente en lo que hace a su impacto en la inflación (vía expansión monetaria).
Chile conformó un fondo de US$ 15.000M con los excedentes extraordinarios de sus exportaciones de cobre. México "captó" US$ 150.000M de las ganancias extraordinarias de la petrolera Pemex. Obvio que la situación es más simple en casos como éstos, donde una empresa estatal concentra los excedentes. En el campo argentino, sea por confiscación o por ahorro compulsivo, necesariamente el congelamiento de excedentes involucra el bolsillo de miles de productores.
Productores diferenciados
La opción consensuada de un ahorro compulsivo (operable a partir de un nivel excesivamente alto de las cotizaciones), no sólo podría servir para evitar la confiscación lisa y llana de los excedentes (algo que pasa con las alícuotas móviles que captan 95% de los incrementos por encima de US$ 600). También podría simplificar la operatoria de reintegros para productores pequeños, de zonas alejadas o con dificultades particulares.
Por ejemplo, si se establece un sistema de ahorro compulsivo a partir un precio al productor de $ 1.050 por tonelada, los excedentes deberían quedar "congelados" en cuentas no transables (para evitar que se vuelquen al mercado). Ahora, bien, como esas cuentas estarían a nombre de cada productor, la operatoria de reintegros, subsidios o bonificaciones se simplificaría notoriamente, ya que bastaría con autorizar la efectivización total o parcial de los montos "ahorrados". De hecho, no sería un reintegro, sino, simplemente, la liberación de fondos "congelados". Como tal, no sólo serviría para devolver a los productores pequeños el dinero "retenido" por encima de la alícuota base, sino también para atender casos particulares, como pérdidas por granizo, inundaciones, etc.
Acotaciones al margen
No es la economía, estúpido. La frase inmortalizada por Bill Clinton, se puede usar en la Argentina actual, pero a la inversa. Tal como se ha planteado el conflicto en las últimas semanas, la base del diferendo ya excede por mucho el plano estrictamente económico. Con los precios vigentes al 12/5 (Soja US$ 470 / Trigo US$ 360 / Maíz US$ 208 / Girasol US$ 620), el impacto real de las nuevas retenciones sobre los bolsillos del campo es de US$ 1.600 millones respecto a los valores vigentes al 11/3. Parece mucho dinero, pero no es tanto cuando se coteja con la magnitud de los negocios que se ponen en riesgo por la radicalización del diferendo. El valor bruto de la producción granaria supera los US$ 30.000 millones. La cadena agroalimentaria mueve en un año normal más de US$ 40.000 millones, por lo que una reducción de 15 centavos en el tipo de cambio implica una merma de $ 6.000 millones (US$ 2.000 millones) a la hora de liquidar divisas. EL BCRA debió intervenor en un día con US$ 300 millones para compensar la corrida cambiaria.
Ni se coparticipan, ni se gastan. Lo ideal sería que los recursos que se sacan del interior productivo volvieran en obras para esas regiones. Pero en un escenario de desborde exportador, las retenciones, además de su aporte a la recaudación y a la contención de precios internos, actúan como freno a la lluvia de divisas. Para cumplir esta última tarea, la clave es que no se vuelquen de ninguna manera al mercado. Es decir, ni se pueden coparticipar (los gobernadores/intendentes las usarían inmediatamente para tapar los huecos que tienen), ni el Estado las puede gastar a nivel interno por encima de las previsiones presupuestarias. Fruto de esa política, el superávit fiscal y las reservas del BCRA crecieron sin parar (incluso en 2007, un año electoral con final abierto que daba para abrir el grifo). En todo caso, para amortiguar la contradicción de un país con muchos argentinos por debajo de la línea de pobreza y un BCRA tapado de dólares, se pueden gastar las reservas excedentes, pero afuera. Ej.: el pago de US$ 9.530M al FMI a comienzos de 2006, el desarrollo con ENARSA de exploraciones petroleras en la cuenca del Orinoco en Venezuela (el próximo paso podría demandar inversiones por US$ 5.000M), la construcción por parte de ENARSA de la mayor central hidroeléctrica de Ecuador. ¿El tren bala?, también puede ser, si es una excusa para colocar US$ 3.600 millones en letras y encima pagar casi la mitad de la inversión a un proveedor en el extranjero.
La obra pública saca de la misma canasta. En otro contexto, una situación de recursos excedentes se podría neutralizar con un megaplan de obras públicas (algo que hizo Perón, cuando las exportaciones pasaron de US$ 700M en 1945 a US$ 1.600M en 1947, y que comenzó a hacer Kirchner, cuando terminó un importante tramo de la autopista Córdoba-Rosario, entre otras obras). Pero en la situación actual, la industria cementera (al igual que la siderúrgica y el grueso de la industria pesada), ha llegado prácticamente al techo de su capacidad, luego de crecer de manera sostenida al 8% anual. Y aún si mágicamente duplicara sus plantas, no tendría el gas/electricidad suficientes para duplicar los despachos de cemento. En otras palabras, la bolsa de portland que usa CFK en una autopista, Scioli en una escuela o Macri en un centro vecinal se la saca a IRSA o Roggio en un edificio privado. Si esa bolsa de portland la usa el Estado con fondos presupuestarios, bienvenida sea, porque es más importante una escuela nueva que un edificio más. Pero si esa inversión pública se hace con recursos excedentes, implicaría volcar reservas adicionales a la expansión monetaria.
El Congreso tiene sus tiempos. El país necesita un baño de institucionalidad en más de un aspecto y, obviamente, sería muy positivo que el Congreso reasumiera funciones hoy delegadas al Ejecutivo (por caso, sería importante que definiera una nueva ley de Coparticipación). Pero quizá las retenciones no constituyan el mejor ejemplo para restituir funciones legislativas. La retenciones son, entre otras cosas, un mecanismo corrector para neutralizar distorsiones generadas en mercados externos particularmente volátiles. Por su naturaleza, requieren un manejo muy ágil para actuar en tiempo y forma. En el lapso de receso legislativo (desde el cierre de las sesiones de 2007 hasta la apertura de las de 2008), la cotización de la soja creció más de un 80%. Si el salto hubiera sido mayor, Lousteau hubiera debido actuar con mucha más celeridad aún. Además, involucra a mercados e intereses muy sensibles a cualquier filtración de información (por eso la primera señal concreta de los anuncios del 11/3 fue un día antes, cuando se cancelaron las exportaciones y se suspendió la operatoria del mercado). Un mes antes del impuestazo anunciado por Lousteau trascendió a través de medios ligados al campo que el gobierno estudiaba un incremento en las retenciones del maíz. Ese mismo día las cotizaciones del cereal cayeron de $ 500 a $ 470 y muchos productores se desprendieron de granos que estaban reteniendo en los campos. Luego se aclaró que todo era un rumor infundado (posiblemente filtrado a la prensa por quienes necesitaban completar envíos comprometidos y con la movida consiguieron el cereal y a menor precio). Basta imaginarse qué pasaría cada vez que el Congreso ingresara para su tratamiento legislativo un proyecto referido a una modificación de las alícuotas (tanto para arriba, como para abajo).
Los amparos tienen limitaciones. En los últimos días se presentaron numerosos recursos de amparo en contra de las alícuotas móviles. En general, los pedidos se centraron en la inconstitucionalidad de alícuotas superiores al 33% por su carácter confiscatorio. Desde el punto de vista legal, el tema amerita un análisis de especialistas. Pero caben dos observaciones: 1) Los productores no son afectados directos sino indirectos de las retenciones, ya que los derechos de exportación se aplican sobre los exportadores y éstos trasladan el impacto al comprar los insumos (granos). Por ende, para tener viabilidad, los recursos deberían ser presentados por los exportadores, cosa poco probable porque a buena parte de las cadenas agroindustriales hoy los números le cierran mejor gracias a las retenciones. El caso más palpable es el sector de biocombustibles, ya que en el marco de precios muy distorsionados a nivel mundial, el biodiésel cotiza a US$ 960 por tonelada y el aceite de soja que necesitan para procesarlo está en US$ 1.300 (las retenciones al 40% hacen que en la Argentina el aceite de soja esté a US$ 750 y convenga transformarlo en biodiésel, con retenciones muy inferiores y reintegros a la exportación). 2) El segundo aspecto a tener en cuenta de los amparos es que, de ser inconstitucional una alícuota del 38/42% para los granos, también deberían serlo las alícuotas móviles que se aplican al petróleo, que hoy rondan 78/80%. Con un techo de 33%, el gasoil debería irse a $ 8 el litro. Obvio que un salto de esta naturaleza no sería socialmente aceptable, pero, para jugar con los números, basta decir que un incremento de $ 6 pesos adicionales por litro de gasoil implicaría para el campo pagar por el sobreprecio de los combustibles una cifra muy similar a la que cedió en 2007 en concepto de retenciones ($ 6 x 4.500 millones de litros: $ 27.000M).
Dato histórico
Otro mundo. Nótese que en los datos consignados del primer gobierno de Perón, hizo falta la mayor guerra mundial de la historia, buena parte del aparato productivo de Europa y Asia devastados y un mundo hambriento para que la Argentina, aprovechando su condición de granero del planeta, duplicara sus exportaciones en los dos años subsiguientes. En la coyuntura actual, con mercados de commodities cada vez más volátiles, la soja puede triplicar sus ingresos de divisas, pese a que la cosecha 2007/08 es igual (o levemente inferior) a la de 2006/07.
Dato comparativo
US$ 10.000M. Para entender por qué una oscilación de precios internacionales de los granos puede impactar tanto (a favor o en contra) en la macroeconomía, basta con observar un simple dato comparativo. En años normales, la industria automotriz puede facturar tanto como el complejo sojero. Sin embargo, para que las automotrices pudieran generar un superávit comercial adicional de US$ 10.000M deberían incrementar la producción de las 6.000.000 unidades actuales a unos de 2 millones de autos/año (teniendo en cuenta el porcentaje de piezas importadas). Un salto de esa naturaleza demandaría inversiones multimillonarias y varios años para la puesta en marcha plena de las fábricas. El complejo sojero, en cambio, podría generar este año, con una cosecha similar a la campaña anterior, alrededor de US$ 10.000M adicionales respecto a 2007 si el precio FOB promedio se ubica en US$ 450 por tonelada.
Néstor Sargiotto
Periodista económico
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Los amparos tienen limitaciones. En los últimos días se presentaron numerosos recursos de amparo en contra de las alícuotas móviles. En general, los pedidos se centraron en la inconstitucionalidad de alícuotas superiores al 33% por su carácter confiscatorio. Desde el punto de vista legal, el tema amerita un análisis de especialistas. Pero caben dos observaciones: 1) Los productores no son afectados directos sino indirectos de las retenciones, ya que los derechos de exportación se aplican sobre los exportadores y éstos trasladan el impacto al comprar los insumos (granos). Por ende, para tener viabilidad, los recursos deberían ser presentados por los exportadores, cosa poco probable porque a buena parte de las cadenas agroindustriales hoy los números le cierran mejor gracias a las retenciones. El caso más palpable es el sector de biocombustibles, ya que en el marco de precios muy distorsionados a nivel mundial, el biodiésel cotiza a US$ 960 por tonelada y el aceite de soja que necesitan para procesarlo está en US$ 1.300 (las retenciones al 40% hacen que en la Argentina el aceite de soja esté a US$ 750 y convenga transformarlo en biodiésel, con retenciones muy inferiores y reintegros a la exportación). 2) El segundo aspecto a tener en cuenta de los amparos es que, de ser inconstitucional una alícuota del 38/42% para los granos, también deberían serlo las alícuotas móviles que se aplican al petróleo, que hoy rondan 78/80%. Con un techo de 33%, el gasoil debería irse a $ 8 el litro. Obvio que un salto de esta naturaleza no sería socialmente aceptable, pero, para jugar con los números, basta decir que un incremento de $ 6 pesos adicionales por litro de gasoil implicaría para el campo pagar por el sobreprecio de los combustibles una cifra muy similar a la que cedió en 2007 en concepto de retenciones ($ 6 x 4.500 millones de litros: $ 27.000M).
Dato histórico
Otro mundo. Nótese que en los datos consignados del primer gobierno de Perón, hizo falta la mayor guerra mundial de la historia, buena parte del aparato productivo de Europa y Asia devastados y un mundo hambriento para que la Argentina, aprovechando su condición de granero del planeta, duplicara sus exportaciones en los dos años subsiguientes. En la coyuntura actual, con mercados de commodities cada vez más volátiles, la soja puede triplicar sus ingresos de divisas, pese a que la cosecha 2007/08 es igual (o levemente inferior) a la de 2006/07.
Dato comparativo
US$ 10.000M. Para entender por qué una oscilación de precios internacionales de los granos puede impactar tanto (a favor o en contra) en la macroeconomía, basta con observar un simple dato comparativo. En años normales, la industria automotriz puede facturar tanto como el complejo sojero. Sin embargo, para que las automotrices pudieran generar un superávit comercial adicional de US$ 10.000M deberían incrementar la producción de las 6.000.000 unidades actuales a unos de 2 millones de autos/año (teniendo en cuenta el porcentaje de piezas importadas). Un salto de esa naturaleza demandaría inversiones multimillonarias y varios años para la puesta en marcha plena de las fábricas. El complejo sojero, en cambio, podría generar este año, con una cosecha similar a la campaña anterior, alrededor de US$ 10.000M adicionales respecto a 2007 si el precio FOB promedio se ubica en US$ 450 por tonelada.
Néstor Sargiotto
Periodista económico
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